“El amor es la más negra de
todas las pestes”
Patricia Pérez G.
EL SÉPTIMO SELLO
¿COMO
ENFRENTAR A LA MUERTE?
La muerte, eterna
compañera.
Sabemos que llegará
pero no cuándo, ni dónde ni por qué. La única certeza es que un día aparecerá
ante nosotros y, preparados o no para enfrentarla, nos tomará de la mano y no
nos preguntará nuestro parecer, simplemente nos conducirá a su morada.
No podremos jugar
una partida de ajedrez para vencerla o darle revancha.
En “El séptimo
sello” nos encontramos con un hombre atormentado que regresa de las Cruzadas,
lleno de dudas y con muchas preguntas sobre Dios y la fe.
En mi regreso
personal al lugar de origen, tuve al igual que el caballero cruzado, que
enfrentarme a disyuntivas sobre la nueva realidad y la lucha permanente que
daba mi gente a otras “pestes”, no la negra que diezmaba la población europea,
sino a pestes de afectos, de carencias, de agonías: esas eran nuestras
“pestes”.
El caballero que se
enfrenta a la muerte en distintas circunstancias, lugares y oportunidades,
divaga por caminos que le muestran la suerte de regresar de años de pelea en
las cruzadas contrapuestas con la fatalidad de una peste “ideológica” que se
sustenta en la búsqueda de Dios.
Mi peste culmina
con la sanación en la claridad de que el infierno no existe, que éste se vive sólo
en la tierra y que probablemente mi máximo infierno sería la duda previa sobre
la eternidad, que ya resuelta, es hoy el paraíso de mi disfrute psicológico de
la existencia, MI existencia.
La recurrencia de
la muerte y los sentimientos por ese encuentro provocados, se contraponen a los
generados por la calma o tranquilidad que transmite la pareja (matrimonio) de
juglares y que le imprimen a la historia un aire menos oscuro y más fresco.
Estos últimos, pese
a la presencia de un tercero distinto e intermitente en su aporte al trabajo de
la compañía, han hecho de su forma de
vivir una obra eterna con figuras que les dan tanto luz como sombra a su
existencia, más allá de las imaginarias de Jöf, pero no ha caído en la
obscuridad del caballero.
Algunos dicen que la
muerte es necesaria para recordarnos todas las cosas importantes que tenemos en
nuestras vidas, pero si no tengo certeza sobre lo que hay más allá de ella, ¿por
qué razón debería creer que la vida es un estado tan distinto a la muerte?
Sabemos que es un “estado natural”, etapa del proceso que comienza con el
nacimiento o alumbramiento y sin embargo no nos atrevemos a hablar de ella, o
lo hacemos con recelo, como un tabú.
“Su pobre cerebro
está haciendo ahora el terrible descubrimiento. Se sumerge en el abismo de la
nada” se escucha decir al escudero,
mientras la condenada a la hoguera es consumida por las llamas. Acá apreciamos
la percepción sobre la muerte que algunos tienen y su certeza de que el “más allá”
no existe o que tal como mencionaba, no es el “más allá” al que tanto se le
teme.
Eterna búsqueda de
Dios y la muerte como seguridad. Parece ser ésta la consigna de “El séptimo
sello”. Un atormentado caballero y su escudero, que como contraparte del
primero, nos muestra a un ateo, hedonista que no le teme a la muerte, es más,
hacia el final de la película, cuando acude a abrir la puerta en el castillo de
su caballero, no es capaz de verla cuando ésta toca.
Podría entenderlos
y compararlos con una suerte de Quijote y Sancho Panza, disímiles en su
miradas, compañeros pero pensando diferente frente a aspectos profundos de la
vida.
Temores a la muerte
y la peste, nos muestran personajes presentes en la vida de todos. Infieles,
aprovechadores, ingenuos, frívolos, fanáticos, resignados. Todos se cruzan en el
camino de este caballero que luchó por la causa religiosa y hoy lucha por su
causa personal. Reunidos en un ritual de conversación en torno a la comida, que
hace alusión a la vida, la amistad, familia, la fe, acompañados de música,
culminando en un nuevo encuentro con la muerte.
Parece ser que el
encuentro con la muerte nos es tan difícil, pues nos olvidamos de la mortalidad
del ser humano y sólo nos acordamos de ella cuando nos ronda o de golpe llega.
El grupo de personajes se encuentra de frente a la muerte tortuosa y oscura de
una mujer acusada de brujería (muerte por condena y asociada al dolor y al
castigo). Pero también tienen oportunidad de ver a la muerte como parte del
sino de nuestras vida, que igualmente enfrentan con temor y dudas.
Los juglares
observan cómo la muerte lleva a sus compañeros. Ellos han sido capaces de
escapar de la tortura del personaje que ha perseguido al caballero durante toda
la historia. Han entendido que ellos también serán alcanzados por ella si
permanecen junto al atormentado hombre que ha sido capaz de enfrentarse al
oscuro interlocutor.
Si yo creyera en
Dios (así con mayúscula para que se entienda que es el dios todopoderoso de la
religión católica que es la que me ha rodeado toda la vida) tal vez vería la muerte
de la manera “celestial” donde “nos liberamos del pecado, del dolor, de todo lo
malo que hay en el mundo y vamos a un lugar precioso donde todo es amor y
felicidad” (1).
Pero la muerte es
para mí, de alguna manera, como el oscuro encuentro de “El séptimo sello”. Una
visión permanente, que puedo encontrarme en cualquier momento de la vida, en
cualquier esquina, pero ante la cual nunca estaré preparada pues llegará cuando
quiera y no le pediré oportunidades.
¿Vivir la vida,
disfrutando lo que nos llega? o ¿Vivir la vida esperando la muerte?
Carezco de la
sabiduría requerida para profundizar sobre el proceso biológico que encuadra la
muerte, pero tal vez la experiencia de ver partir a mi padre por ejemplo, me
permite compartir mi sentir frente a ello, y que se resume en que danzamos con la muerte permanentemente,
y si somos capaces de llevarle el compás, tenemos la posibilidad de otra pieza
de baile.
Un día sucede al
otro, comentó la mujer juglar. Entonces, ¿debemos vivir el día a día, sin
preocuparnos demasiado por lo que se viene?
La elocuencia de
los simbolismos contenidos en la película me permite entender la persistencia
del protagonista en la búsqueda de respuestas. Señales permanentes en la vida,
le van enfrentando a la dicotomía de la vida y la muerte, por ejemplo, la vida
en el disfrute de la amistad (la escena de las fresas y la leche) y la
aparición de la muerte al costado; el juego del juglar que vuelve con la esposa
infiel y se libra de la venganza del marido, pero que es derribado por la
muerte quien tumba el árbol en el que se refugia, y así otras escenas.
El conjunto de
personajes ha logrado evitar el encuentro con la peste que asola los
alrededores, sin embargo, y pese a las diferentes formar de enfrentar la vida,
todos (excepto la pareja que huyó del encuentro) se ven cara a cara con la
oscuridad, que llega por ellos luego del reencuentro del caballero con su
esposa. Los encuentra sentados a la mesa y los lleva a una danza donde no saben
lo que encontrarán al finalizar la música, pero que sólo nos confirma que pese
a todos los esfuerzos, no podemos escapar de ella.
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