2013年12月9日星期一

incotesi (7° Sello). Rolando Soto

 El séptimo sello, reflexión en torno a lo inevitable y otras consideraciones  de suma importancia

Prólogo
Estimado lector, tenga a bien recibir este ensayo compuesto por una serie de párrafos vinculados temáticamente entre sí, que versan sobre algunas impresiones respecto del film "El séptimo sello" en relación con el temor a la muerte y algunas de sus implicancias (interpretaciones y conductas asociadas) en dos épocas distanciadas por poco más de seiscientos años, tres importantes revoluciones, la crisis de los metarelatos o grandes paradigmas (occidentales; los !Khung continúan creyendo en el "espinazo de la noche" como sustento del mundo y la vida) y otros eventos connotados que median entre lo que va desde fines de la edad media hasta los inicios del siglo XXI.      

El juego de la muerte
Aparentemente sabido es, entre los custodios de "la alta cultura" (entre quienes por supuesto no me sitúo, demasiado vulgar en mis usos y formas adquiridas), que la muerte, en el más pleno espíritu del "quattrocento", era representada como un estratega inefable del ajedrez. Como no serlo, si en esencia es el segador de hombres por excelencia, al menos en el hemisferio cultural del globo que compartimos como occidentales.
Más allá de las capacidades del certero alfil o el versátil caballo, la fuerte torre y una misteriosa dama, la muerte es la pieza que cualquier conocedor del ajedrez (por muy prolijo que sea su juego) desearía agregar al tablero para jugar a su favor.  
No en un tablero, aunque si dominando el juego en uno de éstos (minutos más tarde en el film), la muerte se muestra (repentina e inexorable) ante un cruzado decepcionado de las misiones emprendidas, inspiradas en su fe en católica, y desilusionado del "silencio de Dios" (metáfora anunciada en los versos del Apocalipsis)
Agotado y frustrado por el "silencio de dios", a propósito de la convicción y devoción demostrada durante diez años, Block experimenta, al fin, un vinculo fáctico con lo metafísico, la muerte le visita al final de su viaje y, más importante aún, acepta entablar un diálogo con él, sostener una partida de ajedrez y responder a sus preguntas, aunque con evasivas respuestas. Por primera vez en la vida de Block "el silencio de dios" es sustituido, temporalmente, por un diálogo con lo metafísico, que se manifiesta de manera bastante palpable, tanto así que, amenaza tomar con sus propias manos la vida de Block. 

La odisea de autodescubrimiento
Antonius Block, como cualquier otro ser humano producto de su tiempo (orientado por una cosmovisión particular), se negaba a concebir su presencia en el mapa, y la de sus contemporáneos, como producto de un orden de cosas no centralizado y libre de "marcapasos"; si la evolución no es aquello entonces qué, aparte de ser muchas otras cosas, indudablemente. A diferencia de cualquiera de los otros hombres de su época, Block (y su entorno) canalizó sus inquietudes al respecto al punto de materializarlas en un viaje de descubrimiento que, hacia el final del film, se transforma en uno de autodescubrimiento; el camino del cruzado que tomó diez años de su vida se transformó en un "chiste de mal gusto" o un "sin sentido"; donde aflora la angustia y desesperación, propia de la percepción de una enorme grieta o una brutal ruptura en su cosmovisión.
Resulta interesante pensar que el camino del cruzado, en el caso de Block, estuvo cargado por un ímpetu de exploración (al menos en algún momento de su vida como cruzado. Probablemente inició como un "deber ser" moral, producto de las convicciones que la circunstancias socioculturales propias de su tiempo y espacio imprimieron a su vida), en el sentido de la búsqueda del "conocimiento por el conocimiento", tras plantearse una serie de inquietudes de orden cósmico, problemas o preguntas de investigación, si nos permitimos el atrevimiento.   
El viaje de Block hacia el autodescubrimiento inicia como un viaje hacia el descubrimiento, movido por las mareas del imaginario social de aquella época, se embarca en pos de sus creencias y valores para ser testigo de los prodigios del dios de su devoción (a los que nunca accede), a pesar de las, otrora, advertencias de su escudero, un verdadero ateo de los tiempos posmodernos. Su odisea concluye en una manifestación de trágica resistencia, entre clamor y desengaño, de cara al temor por lo desconocido; la inconsciencia declarada de la muerte.

El temor de una época y la inexorable muerte
La paranoia católica desatada por el avance de la Peste Negra no es otra cosa que el temor de una época (y cómo no serlo si mermó significativamente la población de la antigua Europa y de paso fortaleció a unos cuantos señores feudales, desde entonces, los más favorecidos por dios de seguro) respecto del inevitable cese de la vida, no fortuito, por eso el agravio, sino que a causa del pecado original, por un lado (en los orígenes; explicación diacrónica) y, por otro, producto de una peste enviada por el todo-poderoso a propósito de "la maldad de los hombres" (explicación sincrónica) de aquel tiempo. Lo cierto es que, cuál fuere la explicación, se encontraban estrechamente imbricadas. El argumento de la interpretación del problema, bastante terrenal (una enfermedad altamente contagiosa), resultaba, en cualquier caso, bastante celestial.
La desolación inexorable que a su paso dejaba la muerte se presentaba abundante en los tiempos aludidos en el film, adornada con ritos y clamores que vehiculizaban, en su conjunto, procesos de catarsis colectiva horrorosos al tiempo que solemnes.
Resulta interesante destacar la relevancia que el soporte icónico evocaba entre los habitantes del "Quattrocento", considerando que, en términos de Geertz, la conexión fundamental entre arte y vida social es de carácter semiótico, de esta forma [los hombres] "materializan un modo de experiencia y subrayan una actitud particular ante el mundo de los objetos, para que los hombres puedan así escudriñar en él" (Geertz, 1994: 123)
En este caso, el vínculo semiótico radica en el carácter descriptivo de las escenas representadas mediante la pintura. De esta manera pareciera ser que consagraban un orden de cosas invisibles, tornándolas visibles (sobre el lienzo o el muro) y "realistas", para aproximar al observador a una experiencia con los "acontecimientos" o los "hechos" (lo contrario sería ponernos funcionalistas y decir que hacían lo que hacían para dar sentido desde su cosmogonía a la abundante serie de acontecimientos mortales, visión instrumentalista desposeída del "alma" -sentido, consciencia, orientación- propia de un cristiano fervoroso).

Otras consideraciones de suma importancia: al ritmo de las olas
La relación entre el curso y el film revisado, entre otras consideraciones, me ha permitido reflexionar en torno a, principalmente, dos aproximaciones al fenómeno inexorable de la muerte. Desde un enfoque diacrónico, la percepción de la muerte en el ethos de la Europa medieval, seiscientos años atrás, se puede vincular con el impacto del mismo fenómeno en el pensamiento del ser humano que se perfila en los tiempos de la convergencia e inmediatez tecnológica y en general de los vínculos semióticos de todo tipo, que el hombre posmoderno establece con sus contemporáneos en sus distintos quehaceres.
De forma misteriosa los caminos del cruzado, que anhela interpelar a lo divino, y de quienes miramos al espacio exterior en busca de respuestas (entre otras) para la continuidad de nuestra especie, coinciden de forma natural en una extraña mezcla de rapidez y convergencia parsimónica, que fluye al ritmo de las olas en el vasto océano de las incertidumbres del sentido común de los hombres de cada época, donde pocos fenómenos son investidos con el carácter de axiomas inexorables como la muerte.            












Fuentes
-          Geertz, Clifford (1994). Conocimiento local Ensayos sobre la interpretación de las culturas. Ediciones PAIDOS, Barcelona.


没有评论: